martes, 11 de diciembre de 2012

La importancia del aspecto

El viernes pasado quedé con una amiga en una terraza de una cafetería para tomar algo y si se presentaba, salir a divertirnos por ahí. Iba muy bien arreglada, con minifalda azul oscuro, camisa blanca con los botones abrochados lo justo, para mostrar un escote muy llamativo, un chalequito de tela fina a conjunto de la faldita, medias y zapatos de tacón alto a tono con el conjunto.



Carolina, pues así se llama, es morena de larga cabellera y ojos vivos también negros. En sus muñecas y dedos le brillaban muchos abalorios: reloj, pulseras, anillos y en su pecho colgaba una gargantilla de plata con diversas medallitas y objetos también brillantes. Realmente estaba preciosa y cuando le di dos besos en las mejillas, noté un perfume exquisito. Sus labios resaltaban en un rojo vivo y durante un rato la miré sin escuchar lo que decía, tan sólo la observaba embelesado por su belleza.

Cuando recuperé el hilo de la conversación, Carolina me estaba comentando precisamente que los hombres no nos fijamos en ellas, que parecemos siempre distraídos y no sabemos apreciar lo guapas que se ponen para nosotros. ¿Y cómo le decía que era precisamente por eso por lo que nos mostramos distraídos, porque nos cae la baba mirándolas? Pero si le dices eso estás perdido, porque ya no serías lo que esperan de nosotros. Lo que esperan es que sigamos distraídos para que ellas se sigan poniendo así de guapas y nosotros intentemos descubrir si sus braguitas y sujetador son así de exquisitos, y si ella huele así de bien cuando la acariciamos en la intimidad, y por fin, si podemos llegar distraídamente a desnudarla para buscar sus secretos más escondidos.

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