lunes, 5 de noviembre de 2012

Comerme literalmente

Todo comenzó cuando me llamaron la atención unos frasquitos de colores en mi sex-shop online habitual y que formaban parte de unos artículos de carácter erótico. Se lo conté a mi pareja: son lubricantes, le dije. Ella me miró algo sorprendida. Si, mujer, continué diciendo, como los aceites o leches corporales, te hago un masajito o tu a mi y debe ser más excitante hacer el amor. Cada frasco tiene un aroma distinto, a fresa, manzana, frambuesa, etc.

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Al principio Marga se mostró algo escéptica, pensaba que sería algún gel pegajoso y dudaba bastante en aplicarlo a su piel que tanto cuida. Así que compré uno de fresa, pues el sabor nos gusta a los dos, y me tendí en la cama para que jugáramos un rato. Marga abrió el frasco, de un color casi rojo fluorescente, y fue pasando el “rollon” por mi pecho, para ir bajando después en dirección a las piernas. Vale, le dije, no eches más, pues ahora debes masajear suavemente todas las zonas. Ella lo hizo y, poco a poco, sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo. ¿Te gusta? Me preguntó ella. Si, mucho, le decía, mientras acariciaba mi vientre y daba pequeños toquecitos en la zona más sensible.

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El olor a fresa iba en aumento, como también el tamaño de mi pene bajo las suaves manos, resbalando por mi cuerpo. Dan ganas de lamer la fresa de lo bien que huele, me decía ella situándose en cuclillas sobre mis piernas. Pues adelante, le dije, es comestible. Así que Marga comenzó a lamer mis pezones mientras seguía acariciando el resto de zonas muy despacito, sin prisa, lo justo para que encontrara mi pene dispuesto para la apoteosis final.

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