Hace poco descubrimos mi pareja y yo los lubricantes de sabores variados que descubrí en mi sex-shop online de confianza, y los probamos sobre mi mismo, obteniendo un resultado muy positivo, placentero en todos los aspectos. Tanto fue así, que ahora ella me exige repetir, pero cambiando de masajista a paciente, es decir, que ahora me tocaba a mí darle todas mis caricias.
El secreto de estos lubricantes no es que hagan de por sí milagros, sino que nos conviertan en expertos amantes: sin prisa, sin pausa, con gusto, para darle a ella todo el placer que merece. Deben ser una herramienta más, y la práctica nos dará la experiencia deseada. Unos más torpemente que otros, todos sabemos acariciar.
Así que os recomiendo empezar por zonas que a nosotros nos parecen “poco” placenteras: el cuello, la espalda, la cintura, las nalgas, para luego terminar en las piernas y los pies, todo muy suave, con la cantidad justa de lubricante. Acordaros de pasar suavemente uno o varios deditos por la rajita del culito, que sienta ella la humedad del lubricante.
Una vez bien acariciada tendida boca abajo, le damos la vuelta con delicadeza y pasamos el lubricante por su pecho, vientre y muslos. En las tetitas nos dedicaremos un buen rato, lamiendo sus pezones y acariciando suavemente. En el vientre nos divertiremos haciéndole cosquillas en el ombligo, pasándole la lengua, ya que a todas les gusta mucho. Tras acariciarle los muslos, pasaremos a su zona más caliente, donde el lubricante jugará un papel importante, pues prepara cada labio, haciéndolo más resbaloso, incluso el nuestro, para culminar una sesión inolvidable de placer.
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