lunes, 15 de octubre de 2012

El Dilema: relato de una fantasía erótica

Pili, Montse y yo, somos amigos desde la infancia. Estudiamos, nos divertimos los fines de semana, solucionamos nuestros problemas siempre los tres juntos, hasta tal punto, que creo que nuestra confianza es mayor que la de nuestras respectivas familias. Hemos cogido un apartamento en la ciudad porque elegimos la misma Universidad. Nos va muy bien en los estudios, pero la convivencia diaria, ahora con tantos momentos íntimos que compartimos, ha cambiado un poco esas miradas de complicidad que nos dirigíamos siempre y ya como costumbre. Es como si las miradas ahora significasen deseo, cuando antes sólo eran condescendientes, quizás motivados por nuestro estado de “libertad” en el apartamento.

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El día que dimos el primer paso fue una festividad entre semana, sin nada que hacer, sin planes, y los tres sentados en el sofá mirando la tele. Pili se levantó desde el lado izquierdo y cruzó delante de nosotros tapando la visión por unos segundos, así que en clave de risa, protestamos Montse y yo exageradamente para picarla un poco. Pili enseguida nos miró muy sonriente y en tono muy sexy dijo: “¿Qué, acaso no estoy buena? ¿No vale la pena ver este cuerpo serrano?”. Montse en seguida bufó y con una mueca se le quedó mirando. Pero a mi se me ocurrió decir en tono de broma: “pues no sé, nunca te he visto desnuda”.


Esa simple respuesta comenzó a rondar en nuestra cabeza todo ese día. De unas palabras medio en broma, surgieron dilemas tan puros como el preguntarnos hasta el por qué ninguno de los tres teníamos pareja, o por qué si los tres nos llevábamos tan bien y nos queríamos, nos abrazábamos, nos gustábamos, por qué nunca habíamos hecho el amor. Al caer la noche, Pili, siempre tan lanzada, apareció desnuda en el salón. Montse se retiró a su habitación y yo, como una moto de caliente, miraba el cuerpo desnudo embobado, viendo su desfile sexy: “¿ahora está mejor que la tele?”, “sin duda” le respondí sin saliva, pero al instante apareció Montse, también desnuda y con un pequeño vibrador en la mano. “Lo uso muchas veces para darme gustito”, dijo poniéndolo en marcha, “pero ahora podemos ser cuatro en la fiesta…” ¡Qué forma tan fantástica de solucionar un dilema!

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