Todos
pasamos por esa época de pubertad, adolescencia, donde nuestros órganos
sexuales parecen ollas a presión y nos preocupa. De los sentidos que
usamos para nuestros estímulos, el primero que se pone a trabajar en
este aspecto es el visual.
Quién
no recuerda esas primeras revistillas guarras que le descubrimos a
nuestro hermano mayor, con el pedazo de mujeronas con las piernas
abiertas, como bailarinas de circo, mostrando toda la plenitud de su
entrepierna, con el clítoris inflamado y la vagina abierta y húmeda, con
un enorme pene a su lado en disposición de penetración. Esas primeras
imágenes son las que impactan e incluso nos quedarán grabadas de por
vida hasta las caras de los actores porno como si fuesen estrellas
míticas del celuloide. Nuestras primeras masturbaciones.
¿Qué
hacer para volver a sentir esas sensaciones, ese impacto visual como en
nuestras primeras veces? ¿Cómo recuperar la libido de nuestros años de
adolescencia?
Para
estimularnos de nuevo, con mucho sexo ya a nuestras espaldas y
peligrando nuestro disfrute y el de nuestra pareja, debemos volver a
jugar como en nuestra adolescencia, intentar una regresión como si nada
de lo anterior hubiese sucedido. En lo que al campo visual se refiere,
una idea fantástica es situar espejos en lugares estratégicos.
Nuestra
sugestión, la manera espacial de percibir las formas por nuestro
cerebro, hace que en el acto sexual, tanto él como ella tengan que
imaginar que están haciendo el amor mientras lo hacen. Parece
contradictorio, pero así es nuestro cerebro: los sentidos nos tienen
limitados a percibir las cosas en unas pocas dimensiones y si no las
dominan, las imaginan.
Mirarnos
y mirar a nuestra pareja con las piernas abiertas, mirar su culito
mientras la penetramos, es una sensación que supondrá una nueva manera
de disfrutar el sexo, casi como una primera vez. Luego ya inventaréis
otras situaciones, otros juegos para realizar con los espejos.
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