El genio de la fantasía sexual
Hubo
un personaje en la Historia que “enseña” a los ilustrados del siglo
XVIII una materia que el “pudor” impedía mostrar, en toda su variedad
de detalles, en la Enciclopedia: el sexo (como perversión). Este maestro
del sexo se llamaba Marqués de Sade, un nombre que entra en la leyenda,
a veces sórdida, por la costumbre que tenemos de relacionar
directamente la Obra con el Autor. Nace en 1740 y fallece en 1814. Entre
esas fechas, 26 años de encierro por diferentes motivos, en una época
donde ser noble en Francia era lo más peligroso que te podía suceder.
La
biografía del Marqués de Sade es tan extensa que me resulta difícil
elegir un período de tiempo o sintetizar algo su vida. Así que hablaré
con conocimiento de causa, cual es la lectura de una de sus obras más
conocida: Los 120 días de Sodoma.
Si
alguien lee esta obra y piensa que el Autor solía leer obras de
Rousseau, Cervantes, Holbach, Voltaire, Boccaccio, Petrarca y de decenas
de maestros de los clásicos de la literatura y el pensamiento, llegará a
la conclusión (al menos es mi caso) de que estamos hablando del
precursor o el “anticipador” de las ideas de Nietzsche, las teorías de
Freud y que incluso explora el camino que lleva a Goya y a otros
artistas y dramaturgos hacia el surrealismo.
Los
120 días de Sodoma es una obra que indaga en lo más profundo de nuestro
ser. De sade desnuda literalmente a sus personajes insuflándoles de
Poder cuando no lo poseen materialmente y viceversa, asciende al mendigo
hasta lo más alto por el mero hecho de ser bello, y al viejo y
decrépito millonario lo sodomiza, en una caricatura del ser humano que
roza el hiperrealismo.
Mediante
su historia, recorremos toda una galería de perversiones, algunas veces
con crueldad, otras con una naturalidad sexual latente, casi romántica,
estremeciendo al lector por la brutal descripción de las escenas,
muchas veces superior a nuestra imaginación.
Nadie
en la historia, ni siquiera en el siglo XXI ha dominado, como este
pensador, tales profundidades del yo y del subconsciente colectivo. No
murió de una indigestión de langostinos, murió de viejo y agotamiento, y
escribió porque, al igual que su ídolo Cervantes, no tenía nada mejor
que hacer en esos 26 años de encierro, incluida la Bastilla.
Sin duda fue el “Padre del erotismo moderno”, pero también de la pornografía en toda la amplitud de sentidos. Su mayor ilusión era llevar a la práctica sus perversiones, sin duda, pero tuvo que conformarse con escribirlas tras imaginarlas en sus sucesivas celdas, esperando a Madam Guillotine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario