Parece mentira, pero cualquier mujer resulta apetecible con la lencería adecuada, todas. Y la razón es sencilla: tenemos los hombres en el sentido de la vista ciertos “iconos” sexuales que son más poderosos que nuestra propia voluntad. Son como resortes invisibles que activan la testosterona y, si teníamos la libido apagada o aletargada, la simple contemplación de estas “armas de mujer” son suficientes para reanimarla.
No hay nada más sexy que esos sujetadores con encajes a juego con las braguitas, bien ceñidito al cuerpo, a la medida, es decir, tapando las tetitas, pero dejando un buen escote y que las braguitas tapen el culito pero en la línea donde empieza la nalga, tan ajustado que incluso se adivine el comienzo del culito. Si a eso, le ponemos unos ligueros a juego y unas medias delicadas como la seda, tenemos algo que trastorna los sentidos. Parece una imagen antigua y obsoleta, pero siempre funciona.
El color de estas prendas es muy importante. En mis frecuentes indagaciones he escuchado sobre todo una predilección sobre el rojo, blanco y negro, siendo estos colores los que más excitan el deseo de los hombres. ¿Será por eso que en los sex-shop son los más vendidos? Sin duda. Pero no seáis demasiado cerrados, probad también combinaciones de lencería: braguitas blancas y sujetadores negros, por ejemplo. Eso si, no os recomiendo los tonos definidos combinados, ya que nuestra visión íntima es bastante lineal: El rojo vivo y los neutros blancos y negros son perfectos, los demás colores, como el rosa, verde o malva, que sean todas las piezas del mismo color, a lo sumo, combinarlos con el blanco o negro, ya que si distrae con muchos colores demasiado a la vista, nuestra mirada pasa a ver otros aspectos de la figura y se pierde ese primer impulso de deseo.
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