Tener sexo con dos personas al mismo tiempo es una de las fantasías sexuales más comunes, tanto entre mujeres como hombres. Los chicos, generalmente, van a preferir dos mujeres, y las chicas, dos hombres… ¿Por qué será? Hay dos maneras de enfocar este asunto: prepararlo concienzudamente o improvisar. En ninguno de los dos casos el éxito, ni mucho menos, está asegurado.
Si optamos por improvisar, se trata de una experiencia que surge sin haberlo planeado. Lo habitual es que pueda ser la culminación de una noche de marcha. Dos amigos salen una noche y conocen a una chica. La cosa se pone caliente y al más atrevido de los dos lo propone, medio en broma, medio en serio. Y al final, se termina en la cama. También pueden ser dos hombres (o dos chicas) que se lo proponen a un tercero (o tercera). Pero entonces ya es una orgía ¿no?
El resultado de un trío improvisado será una noche inolvidable. Independientemente del éxito de la relación, la experiencia en sí es de esas que se recuerda durante mucho tiempo, sobre todo si no lo hemos hecho anteriormente. Servirá para echar unas risas con la amiga participante durante un montón de tiempo. Con un trío improvisado no se persigue tanto el éxito sexual, sino el valor de la experiencia.
Si queremos hacer un trío con nuestra pareja, el asunto se torna más complejo. Las dos personas deben estar plenamente de acuerdo y establecer algunas pautas. Encontrar a la otra pieza del ménage à trois no será fácil.
Hay que tener cuidado, ya que la fantasía y la realidad son ámbitos muy diferentes. Pueden surgir conflictos que no esperábamos, celos, o frustración. A veces, cuando una actividad se prepara al milímetro, todo acaba saliendo al revés… En fin, no queremos quitaros las ganas de hacer un trío con vuestra pareja, tan solo invitaros a reflexionar. No nos olvidemos que las fantasías, fantasías son.
viernes, 21 de diciembre de 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
La importancia del aspecto
El viernes pasado quedé con una amiga en una terraza de una cafetería para tomar algo y si se presentaba, salir a divertirnos por ahí. Iba muy bien arreglada, con minifalda azul oscuro, camisa blanca con los botones abrochados lo justo, para mostrar un escote muy llamativo, un chalequito de tela fina a conjunto de la faldita, medias y zapatos de tacón alto a tono con el conjunto.
Carolina, pues así se llama, es morena de larga cabellera y ojos vivos también negros. En sus muñecas y dedos le brillaban muchos abalorios: reloj, pulseras, anillos y en su pecho colgaba una gargantilla de plata con diversas medallitas y objetos también brillantes. Realmente estaba preciosa y cuando le di dos besos en las mejillas, noté un perfume exquisito. Sus labios resaltaban en un rojo vivo y durante un rato la miré sin escuchar lo que decía, tan sólo la observaba embelesado por su belleza.
Cuando recuperé el hilo de la conversación, Carolina me estaba comentando precisamente que los hombres no nos fijamos en ellas, que parecemos siempre distraídos y no sabemos apreciar lo guapas que se ponen para nosotros. ¿Y cómo le decía que era precisamente por eso por lo que nos mostramos distraídos, porque nos cae la baba mirándolas? Pero si le dices eso estás perdido, porque ya no serías lo que esperan de nosotros. Lo que esperan es que sigamos distraídos para que ellas se sigan poniendo así de guapas y nosotros intentemos descubrir si sus braguitas y sujetador son así de exquisitos, y si ella huele así de bien cuando la acariciamos en la intimidad, y por fin, si podemos llegar distraídamente a desnudarla para buscar sus secretos más escondidos.
Carolina, pues así se llama, es morena de larga cabellera y ojos vivos también negros. En sus muñecas y dedos le brillaban muchos abalorios: reloj, pulseras, anillos y en su pecho colgaba una gargantilla de plata con diversas medallitas y objetos también brillantes. Realmente estaba preciosa y cuando le di dos besos en las mejillas, noté un perfume exquisito. Sus labios resaltaban en un rojo vivo y durante un rato la miré sin escuchar lo que decía, tan sólo la observaba embelesado por su belleza.
Cuando recuperé el hilo de la conversación, Carolina me estaba comentando precisamente que los hombres no nos fijamos en ellas, que parecemos siempre distraídos y no sabemos apreciar lo guapas que se ponen para nosotros. ¿Y cómo le decía que era precisamente por eso por lo que nos mostramos distraídos, porque nos cae la baba mirándolas? Pero si le dices eso estás perdido, porque ya no serías lo que esperan de nosotros. Lo que esperan es que sigamos distraídos para que ellas se sigan poniendo así de guapas y nosotros intentemos descubrir si sus braguitas y sujetador son así de exquisitos, y si ella huele así de bien cuando la acariciamos en la intimidad, y por fin, si podemos llegar distraídamente a desnudarla para buscar sus secretos más escondidos.
martes, 4 de diciembre de 2012
Calentorros (y calentorras) por naturaleza
Bien es sabido que tanto los hombres como las mujeres somos sensibles a las caricias. Los besos prolongados y el tacto suave por el cuerpo de nuestra pareja, nos ayudan a estimular nuestros genitales y prepararlos para el coito. A eso le llamamos calentamiento. Los hay que nos calentamos con sólo mirar a la pareja, somos calentorros por naturaleza y nos comportamos como conejos, siempre en celo, a la espera de un descuido.
Pero hay personas más duras en ese aspecto, o si lo prefieres, más frías. Necesitan de otros estímulos, sea en el sistema de tocamientos o en agentes externos, sean visuales o de contacto más fuerte, para calentarse como es debido. Podemos decir que son excepciones a esa gran mayoría que ya nos calentamos con sólo visualizar las formas del culito o de las tetitas (en mi caso). Pero no significa que se sufra ningún deterioro emocional, o enfermedad extraña. Es algo que a todos nos pasa alguna vez y recomiendo darle variedad a vuestra sexualidad, el modo de estimularos, para que no se convierta el amor en una mera necesidad biológica.
Un ejemplo a seguir son los disfraces, que podéis encontrar en vuestra sex-shop online. Es una manera muy divertida de descubrir el cuerpo de la pareja tal y como lo imaginamos en nuestras aventuras juveniles (y no tan juveniles). Por ejemplo ella de enfermera: con esa batita corta que al inclinarse se le ven las braguitas blancas, con su cofia, los labios bien rojillos y su pelo recogido, exagerando sus movimientos sexys. Yo por supuesto de paciente, para que me mida la tensión… Embutido en un suave camisón de hospital y sin ropa interior. Pero hay más disfraces y combinaciones, idead una escena que os divierta y disfrutad luego de ese calentón. Ah, con algo de música también mola. Vestiros de cuero, caperucita y el lobo, recread una escena de alguna película erótica. Divertíos y ya me contaréis.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Celos
Si estás varios días trabajando sin descanso, alojándote en hoteles y recorriendo cientos de km visitando clientes, llega a un punto que te encuentras muy solo. Las amistades que forjas, por muy bien que te relaciones, acaban siendo eso: una relación empresa/cliente, así que para pasar esos momentos muertos, me queda el cine, algún paseo por la zona de terrazas y copas o contemplar algún espectáculo público, pero más solo que la luna. Así que para no sentirme solo, decidí que el club de escorts era lo ideal, allí no sólo pasas el rato en buena compañía, sino que puedes hacer amistades, como con Silvia, la camarera tan bonita con la que salí hacía unas semanas.
Cuando entré y la vi sirviendo copas, el corazón me dio un vuelco. Enseguida pensé si ella recordaría nuestra salida nocturna, como amigos. Cuando me acerqué a la barra, comprobé gratamente que me sonreía muy contenta. Me sirvió tras un saludo efusivo y quiso comprobar si la busqué la semana anterior. Al responderle afirmativamente, todavía se mostró más alegre y confesó que lo dudaba, ya que no nos intercambiamos los números de teléfono tras la cita. Realmente se sentía muy alagada que habiendo tanta mujer hermosa, la eligiera a ella que ni siquiera alternaba.
Ese día jueves, el Club estaba muy concurrido, a penas pude hablar con Silvia que vestía un pantalón corto similar al de los tenistas y una camiseta sin mangas, muy ceñida, con un pecho 80, al menos, que le estallaban en su interior. Estaba preciosa con el pelo recogido y esos ojos tan grandes y simpáticos. Ninguna chica se me acercó, pues todas estaban de algún modo ocupadas. Silvia me servía al terminar mi copa, sin pedirlo, señal de que no quería que me marchase sin ella. Y en efecto, una hora después de entrar, me avisó de que en media hora terminaba su turno. A pesar de estar algo cansada, nos dimos un paseo por las terrazas y poco a poco me iba acercando más a ella, siempre sonriente, y la besaba, le acariciaba con más ardor en la cintura, su culito tan bueno, hasta que me permitió abrazarla y pasar las manos por sus maravillosas tetitas por debajo de la chaquetilla que vestía. En esa segunda cita, también la despedí en un taxi, esta vez intercambiando nuestros números telefónicos, pero antes de partir hacia su casa, me comentó: “no soy celosa, en el Club puedes entrar con la chica que quieras, al fin y al cabo, a eso vas ¿no?”
lunes, 12 de noviembre de 2012
Comerla a ella literalmente
Hace poco descubrimos mi pareja y yo los lubricantes de sabores variados que descubrí en mi sex-shop online de confianza, y los probamos sobre mi mismo, obteniendo un resultado muy positivo, placentero en todos los aspectos. Tanto fue así, que ahora ella me exige repetir, pero cambiando de masajista a paciente, es decir, que ahora me tocaba a mí darle todas mis caricias.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Comerme literalmente
Todo comenzó cuando me llamaron la atención unos frasquitos de colores en mi sex-shop online habitual y que formaban parte de unos artículos de carácter erótico. Se lo conté a mi pareja: son lubricantes, le dije. Ella me miró algo sorprendida. Si, mujer, continué diciendo, como los aceites o leches corporales, te hago un masajito o tu a mi y debe ser más excitante hacer el amor. Cada frasco tiene un aroma distinto, a fresa, manzana, frambuesa, etc.
lunes, 29 de octubre de 2012
Seducidos con la lencería
Parece mentira, pero cualquier mujer resulta apetecible con la lencería adecuada, todas. Y la razón es sencilla: tenemos los hombres en el sentido de la vista ciertos “iconos” sexuales que son más poderosos que nuestra propia voluntad. Son como resortes invisibles que activan la testosterona y, si teníamos la libido apagada o aletargada, la simple contemplación de estas “armas de mujer” son suficientes para reanimarla.
lunes, 22 de octubre de 2012
El entrenamiento
Todas las mañanas desayuno al lado del trabajo, en una cafetería con terraza de esas cubiertas, donde los camareros te sirven uniformados, bandeja en mano y una servilleta blanca colgando muy limpia del brazo, vamos, de la forma tradicional. Como son ya varios los años que acudo a diario, me llaman por mi nombre, aunque el tratamiento sigue siendo de “usted”. No lo voy a negar, no voy allí por el buen servicio de los camareros, ni por la cercanía del trabajo, voy por que Purita trabaja allí.
lunes, 15 de octubre de 2012
El Dilema: relato de una fantasía erótica
Pili, Montse y yo, somos amigos desde la infancia. Estudiamos, nos divertimos los fines de semana, solucionamos nuestros problemas siempre los tres juntos, hasta tal punto, que creo que nuestra confianza es mayor que la de nuestras respectivas familias. Hemos cogido un apartamento en la ciudad porque elegimos la misma Universidad. Nos va muy bien en los estudios, pero la convivencia diaria, ahora con tantos momentos íntimos que compartimos, ha cambiado un poco esas miradas de complicidad que nos dirigíamos siempre y ya como costumbre. Es como si las miradas ahora significasen deseo, cuando antes sólo eran condescendientes, quizás motivados por nuestro estado de “libertad” en el apartamento.
El día que dimos el primer paso fue una festividad entre semana, sin nada que hacer, sin planes, y los tres sentados en el sofá mirando la tele. Pili se levantó desde el lado izquierdo y cruzó delante de nosotros tapando la visión por unos segundos, así que en clave de risa, protestamos Montse y yo exageradamente para picarla un poco. Pili enseguida nos miró muy sonriente y en tono muy sexy dijo: “¿Qué, acaso no estoy buena? ¿No vale la pena ver este cuerpo serrano?”. Montse en seguida bufó y con una mueca se le quedó mirando. Pero a mi se me ocurrió decir en tono de broma: “pues no sé, nunca te he visto desnuda”.
Esa simple respuesta comenzó a rondar en nuestra cabeza todo ese día. De unas palabras medio en broma, surgieron dilemas tan puros como el preguntarnos hasta el por qué ninguno de los tres teníamos pareja, o por qué si los tres nos llevábamos tan bien y nos queríamos, nos abrazábamos, nos gustábamos, por qué nunca habíamos hecho el amor. Al caer la noche, Pili, siempre tan lanzada, apareció desnuda en el salón. Montse se retiró a su habitación y yo, como una moto de caliente, miraba el cuerpo desnudo embobado, viendo su desfile sexy: “¿ahora está mejor que la tele?”, “sin duda” le respondí sin saliva, pero al instante apareció Montse, también desnuda y con un pequeño vibrador en la mano. “Lo uso muchas veces para darme gustito”, dijo poniéndolo en marcha, “pero ahora podemos ser cuatro en la fiesta…” ¡Qué forma tan fantástica de solucionar un dilema!
El día que dimos el primer paso fue una festividad entre semana, sin nada que hacer, sin planes, y los tres sentados en el sofá mirando la tele. Pili se levantó desde el lado izquierdo y cruzó delante de nosotros tapando la visión por unos segundos, así que en clave de risa, protestamos Montse y yo exageradamente para picarla un poco. Pili enseguida nos miró muy sonriente y en tono muy sexy dijo: “¿Qué, acaso no estoy buena? ¿No vale la pena ver este cuerpo serrano?”. Montse en seguida bufó y con una mueca se le quedó mirando. Pero a mi se me ocurrió decir en tono de broma: “pues no sé, nunca te he visto desnuda”.
Esa simple respuesta comenzó a rondar en nuestra cabeza todo ese día. De unas palabras medio en broma, surgieron dilemas tan puros como el preguntarnos hasta el por qué ninguno de los tres teníamos pareja, o por qué si los tres nos llevábamos tan bien y nos queríamos, nos abrazábamos, nos gustábamos, por qué nunca habíamos hecho el amor. Al caer la noche, Pili, siempre tan lanzada, apareció desnuda en el salón. Montse se retiró a su habitación y yo, como una moto de caliente, miraba el cuerpo desnudo embobado, viendo su desfile sexy: “¿ahora está mejor que la tele?”, “sin duda” le respondí sin saliva, pero al instante apareció Montse, también desnuda y con un pequeño vibrador en la mano. “Lo uso muchas veces para darme gustito”, dijo poniéndolo en marcha, “pero ahora podemos ser cuatro en la fiesta…” ¡Qué forma tan fantástica de solucionar un dilema!
lunes, 8 de octubre de 2012
Sexo en el Avión, Mile high club
Muchas de nuestras fantasías sexuales más recurrentes tienen como escenario lugares insólitos y poco comunes. La imaginación vuela sin control y nos sorprende dando forma a encuentros que difícilmente pueden producirse en la realidad. Sin embargo, existe una fantasía muy común y que muchas personas sí llevan a cabo… en pleno vuelo. El avión puede ser un escenario muy excitante. Tanto que hasta existe un club al que pertenecen aquellas personas que han dado rienda suelta a sus pasiones a muchos pies de altura. Se trata del Mile High Club.
Esta ‘hermandad’ cuenta con numerosos miembros en todo el planeta. Algunos de ellos, son miembros de honor por haberlo hecho varias veces o por ser famosos. Es el caso del actor británico Ralph Fiennes cuya fantasía le costó el puesto de trabajo a una auxiliar de vuelo de Qantas, la aerolínea australiana. Ya puestos a perder el empleo, hacerlo con una sonrisa en los labios…
Pero no queremos invitaros a que os quedéis en el paro. Si sois profesionales del sector, es mejor que busquéis otro lugar insólito. Además, el morbo de hacerlo en el avión suele ser más habitual en los viajeros, los cuales no pasan tanto tiempo en el aire. ¿Y a qué se debe esta atracción por el sexo en vuelo?
Los aviones son espacios estrechos, donde pasamos muchas horas y el aburrimiento suele hacer acto de presencia. Nada como aburrirse para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Si vamos con nuestra pareja y ya hemos discutido y nos hemos reconciliado, lo más probable es que a uno u otro -o a ambos- le apetezca ‘soltar lastre’. Es ahí donde suele entrar el baño del avión. Un espacio aun más reducido que no deja lugar a muchas alegrías, pero que se presenta como el lugar perfecto para una relación íntima. Y es perfecto porque en un avión no hay otro… al menos en clase turista.
Si vamos solos, puede que nuestra mirada se cruce varias veces con la de otra persona aburrida. “¿Y si…?”, pensaremos entonces. Pasar a la acción ya depende de nuestra ambición por entrar en el Mile High Club. Y si no lo conseguimos siempre podemos volar con una compañía holandesa que ha tomado el mismo nombre de este club virtual. Dentro del precio del billete se incluye el sexo. De momento, este original servicio solo está disponible para hombres. Si el precio nos parece prohibitivo siempre nos quedaran los juguetes de un sex shop.
Esta ‘hermandad’ cuenta con numerosos miembros en todo el planeta. Algunos de ellos, son miembros de honor por haberlo hecho varias veces o por ser famosos. Es el caso del actor británico Ralph Fiennes cuya fantasía le costó el puesto de trabajo a una auxiliar de vuelo de Qantas, la aerolínea australiana. Ya puestos a perder el empleo, hacerlo con una sonrisa en los labios…
Pero no queremos invitaros a que os quedéis en el paro. Si sois profesionales del sector, es mejor que busquéis otro lugar insólito. Además, el morbo de hacerlo en el avión suele ser más habitual en los viajeros, los cuales no pasan tanto tiempo en el aire. ¿Y a qué se debe esta atracción por el sexo en vuelo?
Los aviones son espacios estrechos, donde pasamos muchas horas y el aburrimiento suele hacer acto de presencia. Nada como aburrirse para dar rienda suelta a nuestra imaginación. Si vamos con nuestra pareja y ya hemos discutido y nos hemos reconciliado, lo más probable es que a uno u otro -o a ambos- le apetezca ‘soltar lastre’. Es ahí donde suele entrar el baño del avión. Un espacio aun más reducido que no deja lugar a muchas alegrías, pero que se presenta como el lugar perfecto para una relación íntima. Y es perfecto porque en un avión no hay otro… al menos en clase turista.
Si vamos solos, puede que nuestra mirada se cruce varias veces con la de otra persona aburrida. “¿Y si…?”, pensaremos entonces. Pasar a la acción ya depende de nuestra ambición por entrar en el Mile High Club. Y si no lo conseguimos siempre podemos volar con una compañía holandesa que ha tomado el mismo nombre de este club virtual. Dentro del precio del billete se incluye el sexo. De momento, este original servicio solo está disponible para hombres. Si el precio nos parece prohibitivo siempre nos quedaran los juguetes de un sex shop.
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