Hay lugares que favorecen que el erotismo y la sensualidad afloren con más facilidad. El espacio en si juega un papel determinado en el juego de la seducción. Sin duda el tren es uno de estos lugares. Creo que se debido a que estas un buen rato ante una persona a la cual no conoces de nada y como tienes que matar el tiempo, sale tu parte perversa de dentro y empiezas a imaginarte pasiones desbocades. Desgraciadamente en tránsito de cercanías, el trayecto acaba pronto y un golpe ella baja del tren, tú ya lo has borrado de tu memoria. Ayer pero, estuve mirando precios para estrenar el AVE en París y fue inevitable que me recordara de una experiencia que viví hace un tiempo.
Hoy los trenes por la noche ya son casi historia. La comodidad y la rapidez del AVE han acabado con muchos de estos trayectos. En una época de mi vida tuve que viajar muy a menudo en Madrid. Y lo hacía en “Costa Brava”, un tren que salía a diario de Portbou y llegaba a primera hora de la mañana en Madrid. Iba muy bien porque aprovechabas la noche para hacer el recorrido.
Yo siempre lo cogía a la estación de Sant Vicenç de Calders. Soy hijo de ferroviario y uno de los privilegios que teníamos era que podíamos viajar sin pagar utilizando un documento que denominaban “kilomètric”. El tren tenía vagones de segunda y primera. Recuerdo que en los de segunda, los compartimentos eran de 8 personas e ibas cómo si fueras en una lata de sardinas. En los de primera en cambio, los asientos eran amplios y se podían reclinar. El compartimento en esta categoría eran para 6 personas.
La historia que hoy os explico me pasó un verano. Yo tenía que ir a Madrid y como siempre había elegido el tren para ir. Sobre las 11 de la noche llegó Costa Brava en Sant Vicenç de Calders.
La mayoría de los pasajeros siempre subían a Barcelona, el que hacía que cuando yo me incorporaba, el resto de viajeros del compartimento ya estaban acomodados. Busqué el vagón, subí y me dirigí directamente al compartimento donde tenía la reserva. Siempre que cogía un tren le daba muchas vueltas al hecho de con quien me tocaría viajar. Pensáis que se tenía que compartir con ellos más de 9 horas de viaje y todo esto en un espacio reducido. Recuerdo aquella experiencia muy positiva. En estas situaciones la mayoría de la gente está predispuesta a mantener una relación cordial, Siempre alguno ladro, pero eran casos muy esporádicos.
Volviendo a aquel día , cuando abrí la puerta del compartimento comprobé que mi asiento estaba libre y que las otras 5 butacas eran ocupadas. Cuatro hombres y una mujer. A los hombres ni los miré, pero ella, ella me puso muy nervioso. Estaba sentada a la butaca del ante la mía. Traía un vestido curtet de una ropa con colores estampados.
Tenía las piernas cruzadas y sus rodillas invadían un poco mi espacio, un hecho que ocasionó que accidentalmente me entrebanqués con ella. Nos disculpamos mutuamente y esto sirvió sobre todo, porque empezáramos a mantener una conversación entre los dos. Que pequeño son estos espacios… Hace un poco de calor , no ? …El tren trae un poco de retraso, llegaremos a la hora ? … Estos eran los temas habituales que iban bien para romper el hielo en aquellas situacins. Ella viajaba con el hombre que sentaba a su lado. El resto éramos pasajeros sin acompañante. A medida que íbamos pasando las estaciones, aquella chica y íbamos mejorando la intensidad de nuestra conversación. Ella era Joanna y viajaba con su padre en Madrid. Iban a ver a unos familiares. Era un encanto de mujer por fuera y por dentro. Estaba comprometida con un chico de Barcelona con el cual habían previsto casarse a la primavera siguiente. Ella era administrativa a la empresa familiar. Tenía el cabello castaño que le llegaba a los hombros. Los suyo labios eran la sensualidad en estado puro. Los llevaba pintados de color rojo. Su mirada era limpia, inocente, amable… El ojos oscuros hacían un contraste muy sensual con el color de su piel .
Las piernas, las cuales podía observar perfectamente desde mi posición, estaban proporcionadas a la belleza global de esta mujer. Tenía unas manos de una finura extraordinaria, parecían las de una muñeca. Pero el que más me atraía de ella era su carácter amable. Era escucharla cinco minutos y te sentías atraído por ella. En pocos minutos empezamos a hablar como si lo hubiéramos hecho toda la vida.
No sé muy bien lo porque, pero conectamos rápidamente.
Hacia la media noche, le dije que iba a hacer un café al bar. Cómo lo cerraban a la una, si no iba en aquel momento, ya no lo podría tomar. Ella sin dudarlo, también se apuntó. Le preguntó a su padre si quería que le trajera algo y él respondió que no. Estuvimos al bar, tomamos el café y cada vez la complicidad entre los dos era más grande. No nos dimos cuenta y ya se hizo la una de la madrugada. El camarero nos sugirió amablemente que fuéramos marchando, que él tenía que cerrar. Dejaron el bar y cuando llegamos al compartimento pudimos comprobar que su padre y los otros hombres estaban durmiendo con la luz apagada. Yo le dije que no tenía ganas de dormir, que me quería quedar un rato en la plataforma para ver como pasaba el tren por las estaciones. Ella pero, me dijo que quería intentar dormir un rato y entró al compartimento.
Qué jarrón de agua fría! Pensé que aquel flirteo había acabado allá. A mí me gustaba mucho mirar por la ventana de la puerta del vagón. Ver como los pueblos pasaban de largo. Escuchar el ruido que hace el tren cuando cambia de raíl . Y si además lo podía hacer escuchando canciones de Bruce Springsteen, los kilómetros pasaban más rápido. No pasaron ni 10 minutos que Joanna dejó el compartimento y vino donde estaba yo. Me explicó que no podía dormir, que estaba un poco agobiada y que los 4 hombres estaban roncando. Así que continuamos charlando hasta que pasó en que tenía que pasar.
En uno de los movimientos del tren, Joanna perdió el equilibrio y me cayo encima. Yo la cogí evitando que se cayera al suelo.
Nuestras caras quedaron una ante el otro. Nuestros ojos fijaron la mirada en los del otro. Nuestros labios quedaron separados por un solo centímetro. En aquel momento tuve la sensación que el mundo se había parado. Ya no sentía el ruido del tren. Me la miraba y dudaba en si podía o no besarla. Por la cabeza me pasaba que su padre era allá al lado, que ella estaba prometida y que todavía nos quedaban 6 horas de viaje. Pero sus ojos no me engañaban; ella también lo quería.
Y fue conjuntamente que empezamos a besarnos. Nuestras bocas se fusionaron en una de suela. Nuestras lenguas jugaban entre ellas. A medida que iban pasando los minutos, el deseo sexual iba creciendo adentro de nuestros cuerpos y nuestras mentes. Mis manos tocaban todo su cuerpo. Creo que no dejé un solo espacio de su cuerpo sin que lo tocara. Mis manos le acariciaban la nuca, los hombros… Mis dedos jugaban con su espalda y los suyos hacían el mismo con mis tejanos. Mis manos tocaban su culo, primero por encima del vestido, pero rápidamente se colaron por debajo. Mientras nuestras bocas seguían compatint fluidos, mis dedos empezaron a jugar con sus bragas. Es curioso porque entre nosotros dos no intercambiamos ninguna palabra, todo era pasión. Era el momento de besarnos y manosearnos. De vez en cuando , por última nuestro pasaba algún viajero, y la Joanna los miraba de reojo, no fuera su padre que lo estuviera buscando. Nada nos hacía parar. Mis manos no paraban de tocarla. La cintura, el culo y los suyo pechos eran el destino preferido de mis manos.
Yo tenía la polla cada vez más dura, y de esto se había dado cuenta la Joanna, que discretamente también tocaba por encima de mis pantalones. Yo cada vez daba un paso más en mis tocamientos hacia ella. Ya no tenía bastante al tocarle las bragas por debajo su vestido, quería llegar a su sexo. Mi mano se hizo en un lugar adentro de sus bragas .
Mis dedos pudieron tocar los pelos de su coño. Cómo si estuvieran escarbando, mis dedos se hicieron un lugar adentro de sus bragas y consiguieron que ella abriera ligeramente las piernas.
Este gesto permitió que uno de mis dedos llegara hasta tocar el clítoris de su sexo. El buceo de mi mano adentro sus bragas me sirvió para comprobar que tenía el sexo muy mojado. Así, en esta posición, los dos seguíamos de cara morreandonos, empecé a masturbarla en aquel pasillo de “Costa Brava” . Ella dejó de besarme porque no podía reprimir las gesticulaciones facial que le venían fruto del placer que la invadía por dentro. Se mordía el labio mientras cerraba los ojos y emitía un suspiro de placer cada vez que mi dedo rozaba el clítoris. Yo no podía dejar de mirarla. La primera palabra que nos cruzamos, la dijo ella: “más”, no paraba de decirme que quería más. Ella intentaba tocarme, pero el placer que recibía era tanto intenso que quedó medio bloqueaba degustando aquella intensa masturbación que le estaba haciendo yo.
Yo hubiera continuado hasta hacerla correrse, pero ella me sacó la mano de dentro de sus bragas y volvió a besarme.
Me giró porque mi espalda tocara la pared y mientras lo hacía, sus dos manso me desabrocharon los pantalones. Una de sus manos se puso adentro y apartando los calzoncillos, me cogió la polla y me la empezó a tocar. Sus dedos hacían un masaje suave a toda mi verga. No podía dar crédito, me estaba haciendo una paja al mismo tiempo que nos comíamos la boca.
Yo la tenía cada vez más dura y ella estaba xalant de la escena, como yo había hecho antes a ella. Joanna me preguntó que quería, y respondí que quería follarla.
A pesar de que me estaba masturbando en el pasillo del tren, la posición en que estábamos era bastante disimulada. Si alguien hubiera pasado, la imagen era de una pareja enrollándose. Pero follar era más difícil de esconder.
Ella puso cordura y dijo que allá nos podían pillar. Así fuimos a buscar uno de los lavabos del tren. Recuerdo que era pequeño, estrechado y seguramente estaba sucio. Digo seguramente porque yo sólo pensaba en aquella mujer, en poderla poseerla. Primero entró ella y yo a su última. Pasé el pestillo de seguridad y un golpe estábamos cerrados, ella trajo sus manos a mis pantalones y los volvió a desabrochar. Este golpe los dejó caer piernas abajo.
Desprendido me desabrochó la camisa y recuerdo que sus manos no paraban de tocarme mi cuerpo. Sus labios me lamían el pecho y mi erección volvía a estar a niveles espectaculares. Mientras ella me lamía mi cuerpo, mis manos no paraban de mimarle la cabeza, la nuca y los hombros. Su lengua y sus labios jugaban a lamer y besar todo mi torso. Mica en mica, su atención fue bajando hasta que su boca llegó a la altura de los calzoncillos que tapaban mi sexo erecte.
Sin sacarla de dentro de los bòxers, abrió la boca y empezó a morderla. Entre mi polla y su lengua había el tejido de mis calzoncillos. A la cabeza de un nada cogió los calzoncillos y los arrió en abajo .
Mi sexo erecte quedó ante su cara y ahora si, lo tragó adentro la boca. Empezó a lamerme la polla en aquel lavabo pequeño y estrecho. Ver mi polla adentro la boca de aquella mujer era una imagen muy morbosa. El movimientos producidos por la marcha del tren todavía lo hacían más excitante Por mucho que lo intente, creo que no podría nunca describir el morbo que me estaba produciendo aquella situación. Me lo estaba comiendo como una comilona, como si tuviera mucha hambre. Mientras ella seguía yo le informaba que me estaba dando mucho gusto. Una de sus manos me tocaban el culo y el otro la usaba para tocarme la polla de vez en cuando. Si seguía así me acabaría corriendo a su boca y no era el que yo quería en aquel momento. Así que la hice levantar, y seguimos besándonos. Recuerdo muy bien que su boca tenía gusto a mi sexo. Mientras estábamos en esta posición, volví a colar mi mano adentro de sus bragas y volví a masturbarla, este golpe sin el miedo que alguien nos puedas ver. Su cara volvió en su punto de placer que le había visto hacía un rato. Con la otra mano le desabroché la parte de arriba del vestido y quedaron sus sujetadores a cuerpo descubierto. Debajo había su pechos que empecé a lamer, a morder, a comer,,, Su pecho estaba el línea del cuerpo de esta mujer. Estuve jugando con su sexo, provocándole excitación hasta el punto que su coño estaba muy mojado. Tanto que mis dedos quedaron empapados de su excitación. Fue sacarlos de su coño y se los puse a su boca porque ella los degustara. A continuación la hice girar haciendo que apoyara sus manos a la pared. Ella quedó de espaldas a mí, y yo acerqué mi cuerpo contra el de ella. Le levanté el vestido y le bajé las bragas hasta los tobillos.
No dudé al clavarle la polla hasta el fondo. El grito de placer que emitió su boca fue escandaloso. Mi polla entraba y salía del coño de aquella mujer dándome un placer extremo.
Las idas y tonadas del tren hacían aquella penetración fuera más salvaje. Yo la tenía cogida por las caderas y la penetraba con fuerza hasta el fondo. Ella no paraba de gemir, de llamar y de pedir que no parara de follarla. Os gritos que estaban amortiguados por los ruido del tren. El ritmo iba en aumento, y nuestras respiraciones se sincronizaron.
Estábamos follando al mismo ritmo. Mis manos la tocaban toda. Sus pechos y su culo recibían las máximas antencions de mis manos. Ella pedía que no parara de penetrarla y yo le contestaba que se lo estaba jodiendo hasta el fondo. Sus gemidos eran cada vez más rápidos e intensos y esto me espoleó a mí a dar más intensidad a la penetración. Esta intensidad trajo a que aquella mujer tuviera un orgasmo brutal.
Fue ella que me pidió que quería que yo me corriera a su boca. Así que se giró hacia mí, bajó la cabeza y con un estilo impecable, empezó a jugar conmigo, alternado la masturbación con una y la lamida con la boca. No aguanté ni un minuto.
Le cogí su cabeza con fuerza y me vacié en el interior de su boca.
La llené de semen y ella se lo tragó todo. Desprendido se pasó la lengua por los labios, para no dejar ningún resto pendiente de ingerir.
Desprendido de aquella follada, tuvimos un tiempo para reflexionar y analizar el que había pasado. Ella decidió que aquello se tenía que quedar allá. Y yo, no la pude convencer de volver a quedar para repetirlo.
Ella tenía un planes de vida y no los quería echar por la borde. que el tren había hecho sacar la bestia sexual que tenía adentro , pero que ella esto no lo había hecho nunca. Tardamos un buen rato a volver al compartimento. Su padre no se había dado cuenta de nada. Nosotros no pudimos dormir en toda la noche. Nos miramos todo el trayecto, pero ya no nos dijimos nada más. Al día siguiente, un golpe llegamos a Chamartin,
un adiós y como ella había decidido, cada uno cogió el camino de su destino.
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